Este verano he vuelto a pintar al óleo. Tenía una imagen inacabada desde hace un par de años que por pereza no me arrancaba a terminar. Es una ilustración sobre un cuadro de Leonardo da Vinci: La Dama del Armiño. Se trataba de un ejercicio que solía realizar con mis alumnos de técnicas de ilustración (cómo echos de menos esas clases): coger un retrato y transformarlo en una imagen propia, añadiendo o quitando elementos. El caso es que la memoria viaja a mis 20 años sobre el olor del aguarrás y el aceite. Me encanta. La dama del gatiño, se llamaría esta imagen.
Dejo otros trabajos más antiguos sobre dos famosísimos retratos de Piero della Francesca.